Salgo de la sala con los ojos hacia dentro,
hacia mi. Me acuerdo de cuando era niña y me imaginaba a mí misma con treinta y
cinco años. Creía que sería una gran mujer, una Madre, pensaba que trabajaría
en aquello que yo quisiera, que la persona que amo estaría a mi lado, que
habría encontrado a mi Príncipe. Y, sin embargo, aquí estoy: voy para los
veintinueve y por no tener no tengo ni casa, no hay pareja, trabajo en lo que
puedo y lo de los hijos… que ni me lo menten.
Así que pienso: ¿Qué nos pasa? ¿Qué pasa con
la generación de los treinta y tantos (y con los que les pisamos los talones)?
Inmediatamente me acuerdo de una preciosa
película que, a mi entender, reflexiona sobre lo mismo que Veraneantes,
Pequeñas mentiras sin importancia. El día que fui a verla salí con una idea
clara: Estamos obcecados en encontrar una pretendida felicidad y así nos
perdemos tantas y tantas cosas que nos harían sonreír.
El personaje de Marion Cotillard se ha
instalado en la idea de sí misma que elaboró en sus primeros años de mujer
adulta y el miedo a reconocerse como “otra” diferente, le impide vivir las
cosas que de verdad le importan hoy. El miedo no le deja ser feliz. Bárbara
Lenin dibuja una mujer que por no atreverse a tratar de ser quien quiere ser,
se instala en un supuesto “buen lugar”, en una pretendida “buena vida” en la
que el tedio y la falta de deseo por esa vida que lleva, la alejan cada día más
se ser una persona feliz.
Igual que ellas, todos los personajes de estas
historias están atrapados, obligados a disfrutar de un verano maravilloso,
tratando de celebrar su vida. O, tal vez, no están haciendo otra cosa que
escurrirse de la gran pregunta: ¿Quién soy yo realmente?
Pero como dice uno de los personajes de
Veraneantes: “A mi esa pregunta se me hace bola”. Así que elaboramos discursos,
palabras y más palabras para soterrar lo que de verdad sentimos y deseamos.
Veraneantes ha querido entrar en la intimidad
de este grupo de amigos, pero nos ha colocado demasiado lejos de ellos. Ha
querido desprenderse de la teatralidad pero ha colocado a sus personajes en un
escenario. Qué lástima no haber visto La función por hacer para poder confirmar
lo que intuyo, que el lenguaje escénico que nos propone esta compañía necesita
de una extremada corta distancia para ser bien entendido.
Veraneantes está de gira.
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