Hace
veinte años, quien hoy es un gran hombre del teatro, creó un espectáculo. Un
grupo de hombres, o uno sólo que tiene muchas caras –qué más da–, se embarcaba
en un viaje hacia el interior de sí mismo. Creando a partir de lo que podría
parecer anecdótico se encontró con una historia que hoy sigue teniendo cosas
que contar.
Yo,
entonces, era demasiado joven para atender al
teatro internacional, pero esta vez me pilla más madurita. Por suerte el teatro
no es tan efímero como a veces parece y aquello que creíamos muerto levanta la
cabeza y nos devuelve a todos la sonrisa. El patio de butacas del Teatro
Principal de Terrassa era todo aplausos, gritos y silbidos. Los actores, algo
azorados y enormemente agradecidos, salían una y otra vez para saludar a quienes
una enorme sonrisa se les había instalado en la cara.
Esa
noche fue todo seducción, enamoramiento y magia. El tiempo se para y un
universo desconocido pero enormemente familiar se abrió ante nosotros. Cómo no,
si no es otro que el lenguaje de los sueños. O, mejor todavía, el mundo de los
niños donde no hace falta cerrar los ojos para perderse por universos
imposibles. Pero ellos todo es verdad sin embargo no hay restricciones, todo es
posible, incluso volar.
La
compañía de Genty vuela alto y nos despega de la butaca desde el primer
segundo. Reímos como niños, nos volvemos adolescentes irreverentes y también
reflexionamos como adultos. Un juego constante, brillante, estimulante. Donde
ellos lo son todo, pero también son nada. Y con nada hacen de todo. Un festival de plásticos rotos, de cartones mal
pegados y de papeles arrugados, tan hermosamente recompuestos, mimados y
acariciados que se convierten en animados. Materiales marginales, rescatados de
la calle, convertidos en bohemios dandis, o en prettywomanes.
Tratar
de daros una imagen fiel de lo que fue para mi ver a esa compañía, se me revela
tarea imposible. Desisto de intentar relatar los eruditos referentes de Genty
para adentrarse en el inconsciente. No tiene sentido explicar que su dimensión
plástica llega al límite, a aquel lugar donde todo es abismo, donde todo es
morir y renacer, porque usa voces de gente pensante que tiene qué decir. Lo
único que puedo, entonces, decir es que llegasteis tarde.
No
pasan tantos trenes por la estación como dices. Así que en cuanto pase de
nuevo, no dudéis a subir, lanzaos a la experiencia de lo que sin duda será como
una maravillosa cita. Una conversación inagotable, un sin fin de caricias, un
constante descubrir rincones de belleza hasta el momento desapercibidos.
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