lunes, 25 de julio de 2011

La función termina y la gente aplaude mucho, después de tres horas de espectáculo. A la salida sonrisas cómplices y alguna mano se enjuaga los restos de lágrimas que han quedado en las mejillas. Huele a gente que no ha salido igual que ha entrado.

Pero el asistente que más llama mi atención es un niño de unos siete años con pelo rubio y rizado. “Déjame la pistola” dice. Quiere jugar con Nao Albet. ¿Es ese renacuajo el que habla de tu a tu al elenco de Julieta & Romeo o son ellos los que tratan a ese niño como uno más? “Papá, ¿podemos ir a tomar algo con ellos?” Pregunta el niño a su padre. Sin duda esa panda de comediantes han acortado distancias entre el mundo de los adultos y la niñez más ingenua y gamberra.

Romeo & Julieta se ha convertido en un icono, en el emblema del amor imposible. De aquel amor incondicional por el que se es capaz de darlo todo, hasta la vida. La pasión inevitable crece ante las dificultades y la relación de los amantes se va haciendo más fuerte. Lo prohibido es más atractivo.

¿Sí? ¿Realmente es de eso de lo que habla la obra de Shakespeare? ¿O eso es lo que ha trascendido en nuestra cultura? Es evidente que Romeo & Julieta es eso, pero no es solo eso. Después de ver la propuesta que Marc Martinez ha estrenado para el Grec (y que pronto aterrizará en los escenarios de Madrid) he entendido más y mejor la esencia de este clásico. ¿Qué pasa si digo que de lo que esta hablando es de la fuerza de la amistad?

Me arriesgo a meter la pata, pero estoy casi convencida de que Martinez ha trabajado intencionadamente en esta dirección. La historia de amor esta ahí, y los enamorados son generosamente evidentes en su manera de explicar ese amor primerizo en que los labios no pueden dejar de sonreír, la respiración vive acelerada y nunca llega el momento de decirse adiós –no porque el autor puso texto y más texto, sino porque un segundo sin verle parece un año–. Pero... por el amor de Dios! Ese es un amor fugaz, no es un amor maduro. Ella solo tiene 14 años y él... pues poco más. Y no solo eso, Romeo al empezar la obra estaba igual de enamorado de Rosalina de lo que luego lo estará de Julieta. O sea, que no es un amor tan especial el de los dos amantes. Lo que de verdad se convierte en algo excepcional es la relación de amistad que une a Julieta y a Romeo. Con la función de la compañia de Marc Martínez entendí que la obra de Shakespeare esta llena de relaciones de amistad y enemistad que se entrecruzan; y que lo que de verdad es interesante y potente de este texto es que la amistad tiene un gran poder creador y la enemistad puede destruirlo todo.

Si tengo razón o no en mi hipótesis no tiene demasiada importancia, en realidad. Y de lo que no cabe ninguna duda es de que esta propuesta esta llena de amistad, pasión y creación, así que me lo deja al pelo.

Brindo por la inteligencia, elegancia, valentía y amistad con la que se han acercado Marc Martinez y Martí Torres a la palabra “sagrada” del gran Shakespeare. Brindo porque consiguió que desapareciera la literatura sin perder la poética. De tu a tu, como el niño de pelo rizado. Y de tu a tu asumen esas palabras los actores, que no se permiten dejar de jugar con ninguna de sus replicas. Un constante funambulismo que mantiene a todo el elenco en una cuerda floja donde, para no perder el equilibrio, se enganchan a las miradas y a las propuestas de sus compañeros.

Llegó un momento en que me di cuenta de que no era la pasión de la Romeo la que me tenía atrapada –que como bien dice el cura: es muy ligera– sino la de Marcel Borràs, que se ha entregado en cuerpo y alma a esta historia. Y quizás sea injusto destacar a algunos actores en este espectáculo tan construido entre todos, pero no puedo evitarlo y ellos lo merecen!!

Existe un trío fantásticamente equilibrado. Son como tres tirachinas que se tensas al límite hasta salir disparados y chocar unos con otros. Marcel, Nao y Bernat están (estáis) brillantes. Pero brillantes de brillo, de llenos de destellos sorprendentes. Un castillo de fuegos artificiales en el que es imposible adivinar de que color será la siguiente explosión. Un regalo para la platea y una lección para la profesión. Y a su lado, la chica: Carlota Olcina. Una de esas actrices que siempre me alegra ver en los escenarios. Una Julieta que vive en presente todo aquello que sucede a su alrededor, con una frescura y flexibilidad pasmosa. Dejándose tocar, dejándose caer, dejándose meter en jardines aunque luego no sepa como salir. Porque si no sabe, aparece una mano amiga, la de una gran mujer que ha tenido que esperar para poder demostrar cuánto tiene para dar. Una ama que actúa sin ir a los tópicos, dándolo todo de ella, abierta en canal. Amparo Fernández, una diva del teatro que está apareciendo como un valor seguro, pero no por eso previsible, en los escenarios catalanes. La valenciana emigrada trae consigo esa luz blanca que solo hay en la tierra del Turia y esa manera de vivir a tope sin demasiada afectación o dramatismo.

Tanto un gran director –ya con una cierta edad– como una gran hornada de insultantemente jóvenes actores, cuentan esta historia como juegan los niños, sin red y sin miedo. Lástima que la propuesta escénica no tenga el mismo riesgo.

Corred catalanes al teatro, si os apetece ver un Shakespere bien dicho, o si queréis contagiaros de la pasión juvenil, o si os atrae ver a actores creando a cada instante, o si pensabais que los clásicos suenan a antiguo. Y prepararos madrileños...




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3 comentarios:

  1. Qué lástima que no escribas más. Es un placer leerte.

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  2. La temporada acabó. Volveremos con energias renovadas.

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  3. Espero que muy pronto vuelvas a escribir,lo espero con ansias!!!
    ya tienes una seguidora más :)
    pasate por mi blog y espero que tu también me sigas.. http://justbeyourselfff.blogspot.com/
    unbesito

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