Bajar a Valencia
es un acto escénico, es sentirte constantemente en una butaca por la que pasa
el circo de la farsa y del melodrama. Algo de eso puede intuirse desde el
exterior, pero hasta que tu espalda no se hunde en el terciopelo con olor a
naftalina no terminas de alcanzar la dimensión del espectáculo. Los
desperfectos de una dirección decadente, sin un ápice de interés por las cosas
bien hechas, inundan las calles, los bares, y también la cultura. Valencia es
madre y cuna de enormes creadores que descubren, alientan y provocan. No faltan
almas ni tampoco garras, pues desde el otro lado veo como aprietan cuando algo
no les gusta, sin embargo ahí sigue esa masa pobre —pobre de mirada—
alimentando a los monstruos. El miedo de muchos no deja espacio para el valor
de pocos y el talento se queda ahogado con apenas ciertas rendijas para
respirar. Los que cogen las maletas y abandonan la ciudad, creo que en cierto
modo son vistos como héroes, como valientes que se atrevieron a buscar un mundo
sin olor a cerrado y puede que solo sean cuerpos que se quedaron sin aire.
Valientes son las salas que abren, las manos que escriben, los pinceles que
manchan, las voces que a media voz gritan verdades.
1, 2, 3 de
Noviembre: Rialto, Inestable y Plaza de la Virgen. El Rialto, donde se exhibe Casa de muñecas, pierde su nombre
para adoptar el del reciente fallecido Pepe Sancho, la sala con nombre de
mercado donde el alimento abunda y las voces se entremezclan opta por una voz única,
aquella voz fuerte, oscura y grave que inundó las salas de la ciudad durante los
últimos años. Hoy Sancho ya no está, pero su legado parece que sí. Llena,
igualmente. Inestable, una pequeña sala con años a sus espaldas —pues sus jóvenes
fundadores dejaron de ser tan jóvenes— se traslada, quiere crecer, hacerse
mayor y grande, dar lugar a todas esas voces que no caben en la Sala Pepe
Sancho, como la de Gabi Ochoa con Den Haag. No llena. Llega el domingo y cuando subo la pequeña pendiente que
permite el acceso a la Plaza de la Virgen, la sorprendo bulliciosa —ésta sí
como un mercado— en la que la asociación de cero
responsables se ha congregado allí, como cada día tres, para seguir
luchando por que esos señores asuman
de una vez sus responsabilidades. Llena, gracias!
Hoy el facebook
arde ante las declaraciones sobre el cierre de Canal 9, me alegra, me
entristece y perdonad pero hoy —aunque yo decidí salir de allí ante la falta de
aire— voy a decir algo: pueden, por favor, señores, cumplir con sus contratos
de trabajo y comprender, de una vez por todas, que se les paga por trabajar
para la ciudadanía?
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