miércoles, 6 de noviembre de 2013

Bajar a Valencia es un acto escénico, es sentirte constantemente en una butaca por la que pasa el circo de la farsa y del melodrama. Algo de eso puede intuirse desde el exterior, pero hasta que tu espalda no se hunde en el terciopelo con olor a naftalina no terminas de alcanzar la dimensión del espectáculo. Los desperfectos de una dirección decadente, sin un ápice de interés por las cosas bien hechas, inundan las calles, los bares, y también la cultura. Valencia es madre y cuna de enormes creadores que descubren, alientan y provocan. No faltan almas ni tampoco garras, pues desde el otro lado veo como aprietan cuando algo no les gusta, sin embargo ahí sigue esa masa pobre —pobre de mirada— alimentando a los monstruos. El miedo de muchos no deja espacio para el valor de pocos y el talento se queda ahogado con apenas ciertas rendijas para respirar. Los que cogen las maletas y abandonan la ciudad, creo que en cierto modo son vistos como héroes, como valientes que se atrevieron a buscar un mundo sin olor a cerrado y puede que solo sean cuerpos que se quedaron sin aire. Valientes son las salas que abren, las manos que escriben, los pinceles que manchan, las voces que a media voz gritan verdades.

1, 2, 3 de Noviembre: Rialto, Inestable y Plaza de la Virgen. El Rialto, donde se exhibe Casa de muñecas, pierde su nombre para adoptar el del reciente fallecido Pepe Sancho, la sala con nombre de mercado donde el alimento abunda y las voces se entremezclan opta por una voz única, aquella voz fuerte, oscura y grave que inundó las salas de la ciudad durante los últimos años. Hoy Sancho ya no está, pero su legado parece que sí. Llena, igualmente. Inestable, una pequeña sala con años a sus espaldas —pues sus jóvenes fundadores dejaron de ser tan jóvenes— se traslada, quiere crecer, hacerse mayor y grande, dar lugar a todas esas voces que no caben en la Sala Pepe Sancho, como la de Gabi Ochoa con Den Haag. No llena. Llega el domingo y cuando subo la pequeña pendiente que permite el acceso a la Plaza de la Virgen, la sorprendo bulliciosa —ésta sí como un mercado— en la que la asociación de cero responsables se ha congregado allí, como cada día tres, para seguir luchando por que esos señores asuman de una vez sus responsabilidades. Llena, gracias!


Hoy el facebook arde ante las declaraciones sobre el cierre de Canal 9, me alegra, me entristece y perdonad pero hoy —aunque yo decidí salir de allí ante la falta de aire— voy a decir algo: pueden, por favor, señores, cumplir con sus contratos de trabajo y comprender, de una vez por todas, que se les paga por trabajar para la ciudadanía?

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