lunes, 15 de octubre de 2012

La butaca de Paula llega tarde. Os pido disculpas porque voy a poner por las nubes un pequeño espectáculo que ayer hizo su última función –hasta nueva orden–. Tras su paso por el Festival Grec, los chicos de L’Editto Bulgaro han recalado en el Almeria Teatre, donde los han acogido durante cinco semanas, y tengo noticia de que algún director artístico se ha asomado por la sala –supongo– buscando joyas para programar. Al respecto, sólo diré, que si yo tuviera un hall como el del Teatre Romea, esos chicos serían míos durante un par de semanas, por lo menos.

Un late night teatral, una obra política, una comedia fácil, una incisiva crítica social. Todo eso y también un musical cabaretero. Solà, el jovencísimo director, pone en pie un espectáculo clásico lleno de entradas y salidas, con un ritmo trepidante, en que la mano del director desaparece para dejar todo el protagonismo a sus verdaderas estrellas: cuatro actores inmensos que sirven una barbaridad de datos, absolutamente antiteatrales, de manera chispeante. Un juego de voces, que recuerda a aquellas maravillosas novelas radiofónicas, destaca en la partitura de Joan Yago. Y es que ese es el otro gran protagonista, o puede que el Verdadero. Dramaturgia inteligente la que ha creado este escritor con cara de no haber roto un plato pero con ganas de romperlo todo.

Me siento sobrepasada por  una verborrea aduladora desde que ayer noche salí del teatro. Aún resuena en mi cabeza la voz de Aitor Galisteo-Rocher cantando, tópico tras tópico, el repertorio de la canción italiana con una deliciosa voz y un sobresaliente sentido del humor. Mis ojos saltan por mis recuerdos, divididos entre la  nerviosa crítica política que hace Yago y las grotescas hijas de la enorme imaginación del dramaturgo. Esas tres señoras que exprimen su derecho a opinar –finísima caricatura de la catalanidad convergent que hacen Xavi, Aranu y Marc– son la guinda de éste pastel. Cuando te creías a salvo de la autocrítica, dado que todo transcurre en Italia, estas tres marías, haciéndose pasar por burguesía italiana, nos devuelven nuestra propia imagen obligándonos a –ahora sí– aceptar que también nosotros somos como ellos.

Pero si ellas son la guinda, el bizcocho, la sustancia, es el astuto trabajo de ensamblaje de Yago. Humilde  y atrevido toma fragmentos íntegros de entrevistas o monólogos realizadas por el periodista Daniele Luttazzi, uno de los protagonistas del espectáculo, y los yuxtapone con escenas creadas de la nada. Teatro documental, enormemente fiel a la realidad, enormemente creativo y teatral, enormemente enorme.

Confío en poder informaros de que L’Editto Bulgaro vuelve a la cartelera, hasta entonces siempre nos quedará...







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