La butaca de Paula
llega tarde. Os pido disculpas porque voy a poner por las nubes un pequeño
espectáculo que ayer hizo su última función –hasta nueva orden–. Tras su paso
por el Festival Grec, los chicos de L’Editto
Bulgaro han recalado en el Almeria Teatre, donde los han acogido durante cinco
semanas, y tengo noticia de que algún director artístico se ha asomado por la
sala –supongo– buscando joyas para programar. Al respecto, sólo diré, que si yo
tuviera un hall como el del Teatre
Romea, esos chicos serían míos durante un par de semanas, por lo menos.
Un late night teatral, una obra
política, una comedia fácil, una incisiva crítica social. Todo eso y también un
musical cabaretero. Solà, el jovencísimo director, pone en pie un espectáculo
clásico lleno de entradas y salidas, con un ritmo trepidante, en que la mano
del director desaparece para dejar todo el protagonismo a sus verdaderas
estrellas: cuatro actores inmensos que sirven una barbaridad de datos,
absolutamente antiteatrales, de manera chispeante. Un juego de voces, que
recuerda a aquellas maravillosas novelas radiofónicas, destaca en la partitura
de Joan Yago. Y es que ese es el otro gran protagonista, o puede que el
Verdadero. Dramaturgia inteligente la que ha creado este escritor con cara de
no haber roto un plato pero con ganas de romperlo todo.
Me siento
sobrepasada por una verborrea aduladora desde que ayer noche salí del teatro. Aún
resuena en mi cabeza la voz de Aitor Galisteo-Rocher cantando, tópico tras tópico,
el repertorio de la canción italiana con una deliciosa voz y un sobresaliente
sentido del humor. Mis ojos saltan por mis recuerdos, divididos entre la nerviosa crítica
política que hace Yago y las grotescas hijas de la enorme
imaginación del dramaturgo. Esas tres señoras que exprimen su derecho a opinar –finísima
caricatura de la catalanidad convergent que hacen Xavi,
Aranu y Marc– son la guinda de éste pastel. Cuando te creías a salvo de la
autocrítica, dado que todo transcurre en Italia, estas tres marías, haciéndose pasar por burguesía italiana, nos devuelven
nuestra propia imagen obligándonos a –ahora sí– aceptar que también nosotros
somos como ellos.
Pero si ellas son
la guinda, el bizcocho, la sustancia, es el astuto trabajo de ensamblaje de
Yago. Humilde y atrevido toma fragmentos íntegros de entrevistas o monólogos
realizadas por el periodista Daniele Luttazzi, uno de los protagonistas del
espectáculo, y los yuxtapone con escenas creadas de la nada. Teatro documental,
enormemente fiel a la realidad, enormemente creativo y teatral, enormemente
enorme.
Confío en poder
informaros de que L’Editto Bulgaro vuelve a la
cartelera, hasta entonces siempre nos quedará...
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