domingo, 2 de diciembre de 2012

Hoy he ido a votar, sin ganas pero con convicción. No quiero un mundo de mentiras, de invenciones, no quiero un mundo de hombres, como diría Pol López.


Ya se que debería haber puesto el nombre del personaje que interpreta Pol en Ivan i els gossos, pero si Pol me lo permite –y estoy segura de que lo haría– seguiré diciendo Pol. Lo haré porque así lo ha querido él, situándose tras el personaje  con un leve desplazamiento –un mínimo escorzo– para que no perdamos de vista que ahí está él, sirviendo el personaje y no ‘al servicio de’ como suele decirse. Esa historia no va a ser contada sí o sí, es él quien decide contarla, y decidir es importante.

Así que yo decido que basta de esta vida embriagada en la que la felicidad es una convención. Decido que ‘al pan, pan, y al vino...’ vino. Que no todo es bueno, pero esto es muy bueno. Que si hay una manera de hacerse mayor quiero que sea esta, aprendiendo de un niño de cuatro años o de su escritora, o de aquel que le ha dado cuerpo, o del inmenso actor que lo ha hecho existir.

Entre todos, a partir de su necesidad de contar, la responsabilidad de decir y el deseo de crecer, nos han regalado la hora más emotiva que recuerdo en mucho tiempo. Como una buena cita, en que no sabes cómo y... ¡tu acompañante te ha sacado a bailar! ¡A ti, que no te gusta bailar! Mirando de frente, sin apenas moverse, Pol se planta pequeño, frágil e inestable. Tu te sientes fuerte en tu butaca 17, acompañada por 250 espectadores más –y esto es importante–. En cosa de... Nada, apenas unas pocas frases –enormes para amantes y viajantes literarios– Pol se ha vuelto enorme y tu tan pequeño que andas medio colgado del bolsillo de su anorak mientras él recorre las calles de Moscú.

Pasáis frío, miedo, hambre... Pol solo, sin abrigo escénico, nada más que una lona plastificada oscura a modo de alfombra te toma de la mano y se arranca al puro baile contador en el que vuelas con swin, te emocionas con tango y te arremolinas con balada. No me sorprendería que Pau Carrió, director de esta relojería, lector curioso y generoso, fuese además un gran bailarín.



Foto: Ros Ribas



0 comentarios:

Publicar un comentario