jueves, 17 de mayo de 2012


Llego al Mercat de les Flors y me quito rápidamente la chaqueta. ¡Me muero de calor! Enredada entre la correa del bolso, logro sacármela de encima, mientras noto el sudor refrescante de las mangas de mi camisa en mis brazos. Me siento acalorada y excitada y no se si es el maravilloso día de domingo que ha salido o que la energía que desprenden Los Corderos llega hasta la Plaza Margarita Xirgu.

Lo que antes era sinónimo de frialdad, pretensión y distanciamiento –NEO–, ya no lo es. Antes de que empiece la función, sólo entrando a la sala, se puede adivinar que por lo menos en el caso de Los Corderos significa búsqueda, diversión, entrega y gamberrismo ochentero.

Las luces se apagan con DJ David pinchando temazos!

“Si hubieses podido ser otro, ¿quien habrías sido?”–dice David Climent–, “Un cordero” –responde el personaje que interpreta Pablo Molinero–. Y, sabéis, yo deseo lo mismo: ser un cordero. “Pero no de los que se comen”, sino uno de ellos, de los que juegan con la vida descubriendo interesantes preguntas y sorprendentes respuestas. El cel dels tristos nos deja ser, durante un ratito, Corderos.

Nos abren la puerta de su particular laboratorio, su espacio experimental dónde 2 personas, 4 micros y 6 focos evocan, sugieren, golpean, provocan, imitan, escupen. Magia sin chisteras ni purpurina, magia de chiringuito. Una reivindicación de la belleza de la pobreza, de lo cutre, del yo me lo guiso, yo me lo como, donde los actores son también bailarines y técnicos; ¿que quiero más luz? pues la enciendo, ¿que ahora cambia la estenografía? pues bajo la polea.

Pero esta maravilla laboratórica, que se acerca a una fusión entre el laboratorio del Dr. Frankenstein y un concierto de ruido de algún festival cool, solo cobra verdadera fuerza cuando el discurso –bravo al texto de Molinero– se eleva de la broma sencilla, del gag de la repetición, a la filosofía metafísica, a la trascendencia del ser. Médico y enfermo, metidos en ese “chiringuito del sufrimiento”, se enfrascan en una apasionada deserción, sobre la voluntad de trascender o meramente ser, con un juego dialéctico propio de los mejores filósofos o de los hermanos Marx.

¿Queremos seguir viviendo en un mundo que sabemos lleno de hijos de puta o mejor nos morimos, nos matamos?







0 comentarios:

Publicar un comentario