viernes, 17 de febrero de 2012


Se de un lugar, buen título para una obra que ha conseguido el éxito de crítica y público sin utilizar megáfonos. Algunos vieron su estreno en La Caldera y poco a poco la gente sabía de un lugar donde estaba pasando algo.

Y, por fin, pude ir a ver este provocativo secreto a voces que es Se de un lugar. Borré de mi cabeza críticas, comentarios y expectativa, y entré en casa de Simó a ver que se pasaba por allí. “Benvinguts a casa de Simó, podeu seure on vulgueu”, y allí que nos metimos. Pero ni eso es casa de Simó, ni lo que allí acontece es verdad. Tampoco tienes esa sensación de verismo que tanto gusta del teatro argentino. Lo que sí es verdad es que has entrado en el universo de Simó y Berenice y que, por más que pueden verse manierismos actorales, allí hay dos personas hablándose, generando un lenguaje propio –más o menos verosímil, más o menos teatral– que convierten en auténtico y verdadero a los pocos minutos de función. Iván Morales ha encontrado un lenguaje autóctono para Simó y Beré, y Simó (Xavi Sáez) y Beré (Anna Alarcón) encarnan la cultura mestiza de una Barcelona ravalera dando una lección de teatro catalán, que no a la catalana.

Un catalán mezclado de castellanismos, una cultura que ya no quiere ser ilustrada sino mancharse de vida, una “épica minimalista” dice Morales. épica por la intensidad con la que se sumergen en uno de los grandes temas de la literatura y de la vida: el amor; y minimalista porque lo hacen con gafas de bucear y esnórquel, nada de grandes vestidos!

Anoche vi una película de Eric Rohomer y entonces entendí que hay piezas en que lo único que de  verdad importa es que los actores que están interpretando estén conectados. Rohmer lo consigue y Morales también lo ha conseguido. No creo que el Rohmer que hay en Se de un lugar sea el de la importancia de las palabras –como parece ser que pretendía su autor y director–, pues Simó y Beré, en ese sentido, tienen una especie de verborrea pinteriana (si es que eso existiera). Pues hablan sin llegar a decirse lo único que realmente quieren decirse: te quiero.

En sus ojos se ve Amor, no necesidad o dependencia, pero no logran quererse. Juzgan la vida del otro, creyendo tener razón y sin embargo allí están, pensando en el otro, deseando al otro. Atrapados en un loop imposible en el que el deseo hace olvidar el rechazo pero el rechazo mata el deseo.
Son dos seres que juntos no han sabido ser felices pero separados tampoco lo logran y siguen conectados, enganchados.

¿Es posible que haya amores que van más allá del quererse? ¿Es posible que haya las parejas que se quieren y Los Compañeros? Yo digo que sí. Yo lo he visto y no sé si Iván Morales pretende hablar de eso, pero yo sí lo pretendo. Pretendo hablar de por qué ni siquiera los Compañeros logran la eternidad como pareja. Lo que debería ser inquebrantable, termina con la globalizada ruptura. ¿Por qué? ¿Nos creemos eso de que es la naturaleza del ser humano o de la pareja en sí, y así nos quedamos tranquilos? Podemos comprar esa explicación, o podemos pensar que, quizás, el mundo dedica muchos esfuerzos a enseñarnos que el individuo es lo más importante, que solo nosotros tenemos razón y que de esta manera consiguen que hasta compañeros como Simó y Beré traten de seguir caminos diferentes por cuestiones tan importantes como una divergencia en los gustos musicales.

Para todos los enamorados del Amor: Pasen y vean! Vean el amor de Simó por Beré, el de Beré por Simó, el de Morales por el teatro, el del texto por el público, el del público por las historias auténticas y honestas y, también, –aprovechando la coyuntura– el de la Seca por la cultura.

1 comentarios:

  1. ... que quizás, el mundo dedica muchos esfuerzos a enseñarnos que el individuo es lo más importante, que solo nosotros tenemos razón y que de esta manera consiguen que hasta compañeros como Simó y Beré traten de seguir caminos diferentes por cuestiones tan importantes como una divergencia en los gustos musicales.

    Sin (más) comentarios.

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